Empezamos poniendo en un bol el azúcar, la almendra y la harina. Luego, con unas varillas, mezclamos los tres ingredientes hasta que desaparezcan los grumos.
Después, ponemos la mantequilla en un cazo y la calentamos a fuego medio para hacer la mantequilla avellana. Debemos remover la mantequilla con unas varillas hasta que cambie de color y desprenda un olor similar a frutos secos. Lo mejor es no quitarle el ojo de encima, ya que tarda unos minutos.
Seguidamente, retiramos del fuego y añadimos la mantequilla avellana a los ingredientes secos, pasándola por un colador. Con una espátula, mezclamos hasta integrarla.
A continuación añadimos la clara de huevo, poco a poco, mientras seguimos removiendo, hasta que se integre.
Antes de hornear debemos dejar que la masa repose un poco en la nevera. Así que, la tapamos con film, pegando el plástico a la masa y la dejamos reposar. El reposo hará que la mantequilla se endurezca y eso permitirá que la masa suba mejor durante la cocción. Se puede dejar reposar desde 30 minutos o hasta el día siguiente. Si la dejáis hasta el día siguiente, deberéis sacarla de la nevera unos 30 minutos antes de hornearla.
Mientras reposa la masa, calentamos el horno a 170 ºC, calor arriba y abajo.
Después del reposo, sacamos la masa de la nevera, la pasamos a la manga pastelera y llenamos el molde. Debemos intentar poner la misma cantidad de masa en cada uno de los huecos.
Después, damos unos golpecitos al molde sobre la mesa, para que la masa se asiente bien. Metemos el molde al horno a media altura y horneamos de 15 a 20 minutos o hasta que cojan un bonito color dorado. Si utilizáis el molde para financiers grande, será más tiempo.
Una vez cocidos, sacamos el molde del horno y lo colocamos sobre una rejilla.
Después de unos minutos, cuando ya no queme tanto, desmoldamos y, ¡listos! Podéis espolvorearlos con un poquito de azúcar glas por encima.