Lo primero que tenemos que hacer es sumergir las hojas de gelatina en agua fría para que se ablanden. Si utilizáis gelatina en polvo son 8 gramos. En ese caso, lo mejor es que sigáis las instrucciones del fabricante.
Mientras se hidrata la gelatina, ponemos la nata en un bol grande y, con la batidora de varillas, batimos a velocidad baja hasta que empiecen a salir burbujas.
En ese momento, subimos la velocidad de la batidora y vamos añadiendo el azúcar poco a poco. Debemos seguir batiendo hasta que la nata esté casi montada. Debe formar picos suaves. Cuando la tengamos, reservamos.
Seguidamente, pasamos el yogur a una jarra, y calentamos la leche en el microondas hasta que rompa a hervir.
Después, escurrimos las hojas de gelatina, que ya se habrán ablandado, y las vamos deshaciendo, poco a poco, en la leche caliente.
Una vez disuelta la gelatina en la leche, la mezclamos con el yogur. Añadimos la vainilla en polvo y unas gotas de aroma de vainilla y mezclamos un poco más.
Ahora, vamos a ir añadiendo, poco a poco, la mezcla de yogur a la nata montada y, con una espátula, la integramos con movimientos suaves y envolventes.
Sacamos el molde de la nevera y vertemos el relleno sobre él.
Alisamos la superficie, tapamos con film y llevamos a la nevera unas 4 horas aproximadamente o hasta el día siguiente. Es posible que os pase como a mí, y se os pegue el plástico a la superficie de la tarta y queden algunas arrugas, pero con la decoración, no se notarán.